A veces nuestra vida
cambia por completo, gira hacia la felicidad, hacia el absurdo. Se adentra en
lo efímero y lo convierte en eterno.
En mi caso, después de una decadencia vital
que parecía no tener fin, llega la calma personal: Amor, embarazo y estabilidad
emocional. Y todo en tiempo récord, algo increíble, mágico, de jodida película.
Pero tranquilos, esto no cambia nada. La vida sigue siendo una auténtica mierda
rebosante de estrés, malas caras, fobia social, marginación y polución
familiar. De ahí aquello que dicen: la felicidad es efímera. Y con esto ya he
utilizado efímero y efímera. Si existiese la palabra mieda también la
habría usado. Mierda sé que existe.
El caso es que la jodida felicidad requiere
ciertos cuidados, y uno de ellos es que hay que regarla con dinero. Me explico.
Hay que pagar jodidas facturas, abonar la renta del nido de felicidad, la
compra en el supermercado, ropita de tío cojonudo, vicios y toda esa locura tan
necesaria y terrorífica a la que nos obliga el capitalismo.
Por todo esto, decidí legalizar mi sello
editorial y me puse a currar en algo normal, serio y respetable (una patraña).
Y así estoy, deudas con el sello (gracias a escritores de mierda que se quedan
con las ganancias) y una vida de esclavitud reglada gracias a empresas que
monopolizan nuestras vidas a cambio de cheques mierda. Somos todos iguales, no
existen unos mejores que otros, los mismos perros con distintos collares, así
funciona esta basura (ya sé que parece una puta novela de Welsh).
Si quieres vivir de un modo normal debes
sufrir las consecuencias. No queda otra, amigo. Y para no morir de asco (al
margen del amor, que ya es terreno ganado), he decidido escribir esta historia.
Una historia de venganza en la que, para no herir la sensibilidad de nadie, he
decidido cambiar los nombres de los protagonistas y dramatizar las situaciones.
Básicamente, a excepción de mi mujer, mi hijo, mi hermano y un par de buenos
amigos, el resto de seres me resultan vomitivos. Los problemas del mundo
moderno se convierten en insultos dentro de esta obra. Una trama vinculada
directamente con la venganza. Sí, tan simple y enfermizo como eso. No una
venganza de muerte, sino desesperante.
Voy al grano:
Todo empezó cuando Cigala Tower, poeta y
cantaor almeriense, me pidió asesoramiento y hueco editorial. La idea prometía,
conocía un poco sus pasos y me parecía algo interesante. El tío sacó un
poemario el año anterior y vendió bastante ejemplares. De modo que accedí y le
pedí a Agus algo de pasta para invertir. Era evidente que el dinero se
recuperaría y acabaría de nuevo en su cartera. La cosa es que el tema fue un
jodido descalabro. Cigala Tower resultó ser un fraude, un pozo sin fondo para
nosotros. Era más que necesario hacer algo, y lo más coherente para nosotros era
usar nuestra arma más mortífera: la sinrazón. No quedaba otra. Y aquí es donde,
más o menos, comienza esta historia.
Como pa no engancharse... Gran idea publicar por aquí, un abrazo Dani
ResponderEliminar