La vida parece fácil en
algunos momentos y circunstancias. Sobre todo cuando llegan todos esos regalos
existenciales, antes ausentes, capaces de llenar tu alma de alegría, alboroto y
arrebato emocional. ¡Maldita sea! Es jodidamente maravilloso. Cientos de putas
mariposas revolotean por tu estómago. Sí, amigo, sientes la llamada de la
felicidad más extrema y salvaje que pueda existir. Bien, querido lector, es
cojonudo. La cerveza vuelve a correr por la garganta, el whisky reaparece
y se instala en el mueble bar de tu salón, los pajaritos cantan y el napalm
arrasa con todos los factores sobrantes. Sí, joder. Qué cojones puede salir
mal. Pues ya os lo digo yo, creyentes de mierda. Todo lo demás puede salir.
Todo. Y no es por ser agorero, ni mucho menos. ¿Qué os pensáis de la vida?
Acaba en muerte, en tragedia, en un enorme y oscuro punto y final. Pero bueno,
da lo mismo, mejor voy al grano, que esto no interesa, es la maldita paja, la
yesca de la gran hoguera.
¿Por dónde iba? Ah, sí. Cuando dejas
embarazada a la mujer que amas, por decisión, por amor, por deseo, sin ningún
tipo de interés que no sea emocional. Cuando esto ocurre, se convierte en un
acto que mucha gente no ve con buenos ojos. Los jefecillos de las empresas, por
ejemplo, ven el embarazo como una amenaza. «No, puta, tú lo que quieres es
joderme, no amas a ese puto escritor de segunda regional. Además, te saca trece
años. Pronto se fijará en otra zorrita veinteañera y te dejará tirada con el
niño, un piso, dos perros, una gata y miles de gastos. Olvídate de follar.
Ahora eres un puto lastre para ti misma, y así será hasta el jodido día del
juicio final, cuando venga ese puto dios inventado y te señale con el dedo
mientras te llama zorra de mierda». Entonces te niegan la baja por riesgo en el
embarazo. Sí, a ti, querida amiga preñada, tú que vas a las manis
feministas y luces un puto lacito morado, como todas esas marujas que siguen
lavando calcetines a mano, cocinando para todos esos orangutanes celosos y
sufriendo las consecuencias de su propio retraso. Olvídalo, tú no eres
especial. Te ponen pegas para todo. Estás contra ellos, no quieres facilitarle
la vida a tu jefe, ese ser despreciable. Te conviertes en una especie de mano
gigante que parte sus esquís en dos, rompe su todoterreno y le mete dos enormes
dedos en el culo. Eres su sombra maliciosa. No quieres lo mejor para ti, deseas
su destrucción. Y cuando crees que lo has visto todo, aparece la mutua y lo
empiezas a flipar aún más. Y la felicidad inicial se empieza a enturbiar debido
a agentes externos, turbulencias, comentarios contaminantes, familiares basura
y putos mirones barriobajeros. Te estresan. Te hacen ver el porqué de ciertas
cosas. ¿Españoles teniendo hijos? Es inviable, somos seres antojadizos creados
para servir al empresario como esclavos de tercera. ¿Quieres vivir en un piso
con otra familia, con tu hermano, con tus padres? No, ya lo sé, por eso no
puedes tener hijos. Y tu jefe lo sabe, la mutua lo sabe, todos lo saben. Eres
un puto ser antojadizo, reconócelo.
Por suerte, en nuestro caso, fuimos fuertes
y no dejamos que nada ni nadie metiese las narices en nuestra relación. Nos
fusionamos y luchamos como un monstruo de dos cabezas. Vamos a tener a ese
hijo, fraguado en los hornos del amor verdadero. Sacar el machete no es una
posibilidad, es un hecho. Lo criaremos, le daremos un maldito hermano y seremos
felices hasta que la muerte nos separe. Y así acabo con este capítulo y
continúo con esta disparatada comedia negra de baja calidad.